El IPC de junio contiene la deflación que se registró en abril y mayo por el gran parón de la actividad y repunta hasta un 0,3% de caída anual. En mayo había marcado su récord negativo, en -0,9%, en un año que había comenzado con un pico de 1,1% de inflación.
El Índice de Precios al Consumo elaborado por el INE recoge estos meses una diferenciación de “cestas”: la general y la de bienes y servicios de primera necesidad durante el covid-19.
En ese sentido, “justo donde más daño hace a una economía familiar más que tocada, es donde sí se observan subidas. Por ejemplo, en todo tipo de energía, tanto en hogar como en transporte. El recibo de la luz y los combustibles, una vez retomada una mayor actividad laboral y económica, han vuelto a subir, elevando esa subinflación, la de los servicios covid”, explica Laura Estévez, secretaria de Comunicación y Estudios Sindicales de USO.
La energía y la fruta elevan los precios de los productos básicos consumidos durante el covid-19
La tasa mensual de esos servicios es del 1,2%, con una importante subida de la electricidad del 5,8% y del gasóleo para calefacción del 9,4%. En el caso de los bienes covid, que sí han bajado levemente (-0,3%), descienden los precios de algunos productos básicos que habían estado por las nubes durante el confinamiento, como legumbres y hortalizas, pero sigue subiendo la fruta.
“Seguimos ante unas estadísticas muy cambiantes, que no permiten conocer cómo va a afectar de forma estable a los precios el desbarajuste económico. No obstante, hay que estar atentos a suministros básicos, como energía o telefonía. Porque, si bien algunos sectores deben recuperarse de meses de cierre, como restauración o vestido, la energía doméstica y los servicios de internet han estado entre los grandes beneficiados del confinamiento y no tiene justificación que eleven sus precios”, considera Estévez.